viernes, 18 de noviembre de 2011

PARA AQUELLOS QUE NO LEEN


Gabriella Campbell
¿Cuántas veces habéis dicho, o escuchado, aquello de “me encanta leer pero nunca tengo tiempo para ello”? ¿O “lo he intentado, pero leer no me gusta, es aburrido”? ¿O incluso “cuando era joven leía mucho, pero ahora tengo cosas más importantes que hacer”?
Ya hemos hablado en este mismo blog sobre los efectos beneficiosos que tiene la lectura sobre nuestro cerebro y sobre nuestra vida personal. Sin embargo, a veces se nos olvida uno de los aspectos fundamentales de la lectura: leer es divertido. También hemos mencionado la existencia de libros “gancho”, libros no necesariamente clásicos, ni de una calidad maravillosa, pero que sirven para demostrarle a los poco habituados a la lectura que el acto de leer puede ser muy entretenido, que sumergirse en mundos diferentes, en realidades alternativas, es algo que sólo ofrece la lectura, o por lo menos sólo ella lo ofrece de una manera tan completa y entregada. En su popular web zenhabits, el bloguero estadounidense Leo Babauta publicó hace poco una entrada en la que defendía el acto de leer y daba algunos consejos para los no aficionados a la lectura. Leo insiste en que uno debe leer por gusto, nunca por obligación (a no ser, claro, que uno sea estudiante de literatura, editor o crítico y su tarea principal consista en leer hasta el agotamiento). También nos indica que uno debe hacer tiempo para la lectura, adjudicando un periodo al día para ésta (esto, si se hace de manera diaria, crea hábito, lo que hará que cada vez nos resulte más fácil coger un libro). Aunque pensemos que no tenemos tiempo, es increíble la de minutos que podemos rescatarle al día si prescindimos de tareas innecesarias o si restringimos el tiempo dedicado a las redes sociales, al correo electrónico y a Internet en general, por no hablar de la televisión.
Otro buen consejo de Leo es que cuando leamos no hagamos más que eso. Convirtamos la experiencia en un ritual íntimo en el que sólo participamos nosotros y el libro, y olvidemos durante un rato las preocupaciones, las distracciones externas, incluso el mundo que habitamos. Para él, lo fundamental es que el lector disfrute de la experiencia; aunque leer libros densos y elaborados sea muy recomendable si son de una calidad probada, para empezar a coger el hábito siempre es mejor una obra apasionante, amena, que nos apetezca tener entre las manos. Así, el acto de leer se convertirá en algo que nos atraiga, en una recompensa en vez de un castigo.
Otro punto interesante que marca Leo es la faceta social del libro. Los clubs o tertulias literarias son maneras fantásticas de sacarle el mayor rendimiento posible a la lectura, ya que contrastamos la experiencia personal con la de los demás, y además sirven para conocer a personas con intereses similares a los nuestros. No hace falta buscar una tertulia ya existente, cualquiera puede iniciar una propia con sus conocidos en su hogar, un parque, una cafetería o un bar. Y así a veces pueden incluso llegar a combinarse, como hacen tertulias como Tiramisú en Madrid, dos grandes pasiones: el buen comer y la buena lectura. Sea como sea, el resultado es el mismo: leer (y hablar de lo leído) es divertido, y por mucho que en ocasiones se venda lo literario como un producto serio, clásico, de prestigio, digno de esfuerzo, ello no debe influir en nuestra más básica necesidad de dejarnos llevar por una obra, dejarnos secuestrar por las páginas de un libro maravilloso que haga que nuestro día sea, en conclusión, mucho más agradable.


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