sábado, 3 de septiembre de 2011

Françoise Gilot y Picasso





La mujer que dejó a Picasso

A Pablo Picasso le gustaba que sus mujeres fueran devotas y sometidas. Pero Françoise Gilot, colega suya y su amante desde 1943 hasta 1953, rompió el molde. A los 90 años, Gilot habla con franqueza de su relación con el pintor malagueño
Por Jane Hawley  | The Sidney Morning Herald

Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado -declara Françoise Gilot, con una sonrisa desenfadada y desafiante-. Soy la única que aún está viva para contarlo. Después de todo, mire lo que les ocurrió a las otras -continúa, con sus cejas circunflejas enarcadas-. Tanto Marie-Thérèse como Jacqueline se suicidaron [la primera se ahorcó; la segunda se pegó un tiro], Olga se volvió histérica y casi loca. Dora Maar enloqueció."
Françoise Gilot, la esbelta belleza que a los 24 años Picasso inmortalizó como La Femme-Fleur , tiene ahora casi 90. Retrepada en una silla de salón Luis XV, en su departamento neoyorquino lleno de obras de arte, su diminuta figura irradia fuerza. Mientras habla, con un seductor acento francés, sus manos -de uñas pintadas de un rosa brillante- gesticulan con elegancia. Gilot sigue siendo la mujer enérgica, de inteligencia aguda y espíritu independiente que compartió una década apasionada con Picasso, desde 1943 hasta 1953.
Cuando se conocieron, ella tenía 21 años y era una novata estudiante de derecho, artista y escritora. Picasso tenía 61 y era el ardiente español celebrado como el genio modernista que reinaba en calidad del artista que más vendía en el mundo. Gilot le dio dos hijos notables: Claude y Paloma Picasso.
"Pablo era una persona maravillosa para estar con él? era como fuegos de artificio -recuerda Gilot-. Asombrosamente creativo, tan inteligente y seductor? Si estaba de humor para fascinar, era capaz de hechizar hasta a las piedras. Pero también era muy cruel, sádico y despiadado con los demás y consigo mismo. Todo debía ser como él decía. Una estaba allí a disposición de él: él no estaba a disposición de nadie. Pablo creía que era Dios, pero no era Dios ¡y eso lo irritaba! Fue el amor más grande de mi vida, pero había que tomar medidas para protegerse. Yo lo hice: me fui antes de terminar destruida. Las otras no lo hicieron, se aferraron al poderoso minotauro y pagaron un precio muy alto."
Cuando se marchó con sus hijos, en 1953, Picasso le advirtió: "Nadie deja a un hombre como yo". Gilot y sus hijos también pagarían un precio muy alto. En 1964, Gilot publicó La vida con Picasso , un estudio de aguda percepción sobre cómo este artista perpetuamente inventivo metamorfoseaba las ideas en obras de arte, y sobre su volcánica energía, su espíritu travieso y su lado oscuro, siempre al acecho. Gilot también describió a Picasso como un "Barba Azul" y habló de sus constantes enredos con su sucesión de esposas/amantes/musas/modelos. El libro enfureció tanto al reservado Picasso que para castigar a Gilot cortó todo contacto con ella, Claude y Paloma, y se negó a verlos o hablarles hasta que murió, a los 91 años, en 1973.
Sólo tuve un único Picasso, La Femme-Fleur , pero lo vendí hace años, porque sentí que me traía mala suerte -comenta Gilot sin que se lo pregunte-. Nunca acepté más pinturas, porque Picasso hubiera dicho: ‘¡Ah, ya ves, eres igual que todas las otras!'. Así que no acepté nada, seguí siendo independiente. Además, sabía que si una le aceptaba cosas a Picasso, quedaba en deuda con él y había que pagarla de otra manera. Él quería que yo fuera sumisa, como las otras mujeres, pero nunca fui sumisa.
Educada para ser abogada, una confiada hija única de una familia de la alta burguesía, Gilot le aclaró a Picasso que no quería que la pintara. "No quería hacerme famosa como” el período Gilot -dice- después de los períodos Fernande/Eva/Olga/Marie-Thérèse/Dora Maar. Sabía que la manera de Picasso de eliminar una mujer tras otra era pintar: Mi relación con Picasso fue un romance de época de guerra, las circunstancias extremas nos unieron de una manera que nunca se hubiera dado en épocas de paz -admite con franqueza-. Era la Segunda Guerra Mundial, en el París ocupado por los alemanes, una época de gran peligro y desastre absoluto. Picasso era un héroe para mi generación: había pintado Guernica y era un símbolo de resistencia contra el fascismo y el régimen de Franco. Implicaba gran coraje de su parte quedarse en París en vez de escapar a América. En cualquier momento podían arrestarlo, pero ésa era su manera de decirle no a la opresión. Varios miembros de mi familia estaban en la Resistencia, y los mataron. A mí me habían arrestado en una manifestación estudiantil y mi existencia también era precaria. Los alemanes odiaban a los estudiantes de derecho, así que yo había cambiado la abogacía por mi verdadera pasión: el arte. Todos podíamos morir mañana: eso me volvió intrépida. Conocía la reputación de Picasso con las mujeres, y sabía que irme a vivir con él podía ser una catástrofe, pero decidí que se trataba de una catástrofe que no quería perderme sus retratos, agrega con una risa musical
 Su rutina diaria era que Picasso se despertaba tarde, alrededor de las diez de la mañana, de talante pesimista. "Pablo solía quejarse de que la vida era insoportable: para qué tenía que levantarse, no tenía sentido intentar pintar nada -relata Gilot-. Yo lo convencía de que después de todo, las cosas no eran tan malas, porque seguramente hoy pintaría algo maravilloso. Venían de visita algunos amigos, Pablo ganaba alguna discusión, recargaba sus baterías, volvía a convertirse en rey. Finalmente, alrededor de la una de la tarde empezaba a trabajar en su estudio, de buen humor.
Picasso trabajaba hasta las diez de la noche -siempre en silencio, sin música, sin asistentes- y entonces paraba para cenar. Fumaba 40 cigarrillos por día, pero nunca bebió. Podía volver a trabajar y se iba a la cama a las dos de la mañana. Al día siguiente, repetía la misma rutina. Era agotador -recuerda Gilot- pero toda mi vida aumenté mi nivel de autoexigencia. Era una jinete experta? ¡así que verdaderamente tenía buen equilibrio!
 Sabía que Picasso era como un gran río que arrastraba en su corriente restos y esqueletos. Necesitaba mucho sexo, ese impulso primario era parte de su constitución". Como estamos hablando del tema, me atrevo a preguntar si Picasso era un gran amante. "Sí, lo era, cuando quería", responde, con una risa alegre.
Cuando estaban viviendo en el sur de Francia, recuerda Gilot, Picasso la convenció de tener hijos diciéndole que los unirían como pareja y la completarían como mujer. "Me preocupé porque Pablo todavía estaba legalmente casado con Olga, pero él prometió que siempre amaría y cuidaría a nuestros hijos", subraya. Claude y Paloma nacieron en 1947 y 1949 respectivamente.
Ninguna mujer había abandonado nunca a Picasso y él echaba chispas, colmado de incredulidad, cuando Gilot se llevó a Claude, de 6 años, y a Paloma, de 4, a París, a un apartamento que había comprado con una herencia de su abuela. Yo tenía dinero y una carrera propia, una familia y un círculo de amigos propio que me ayudarían a reconstruir mi vida, explica Gilot. Después, Claude y Paloma pasaron cada vacación escolar con Picasso, que seguía viviendo en el sur de Francia.
Traducción: Mirta Rosenberg
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Esto es un extracto, hecho por mí, de la noticia que aparece en:
http://www.lanacion.com.ar/1401927-la-mujer-que-dejo-a-picassoadios-a-la-mujer-flor







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