Escribo porque me nace, porque quiero, porque lo requieren mis reflexiones.
Soy intuitiva, caótica, indisciplinada, súbita.
Pero de pronto llega un aroma, una textura, un indicio que me hace ir al papel en blanco para transmitir todo aquello que me conmueve y experimento.
Arriban a la memoria personajes de mi infancia, juventud y mi deseo es plasmar todas esas remembranzas que marcaron épocas dichosas.
Las vivencias en compañía de mi abuelo Paco, mi primera escuela junto a Doña Magdalena, Papá y mis rituales con él… tantas evocaciones…
Esos amigos y amigas imborrables con los que iba a la era para ver aventar el trigo y retozar en la paja a la que nos lanzábamos desde el murito y conseguía esa risa inquieta al palpar cómo nos picaba en las piernas y en los brazos. Gozábamos.
El olor a gofio recién molido al que había ayudado a tostar en el carbón preñado de lumbre.
Esos colores del atardecer que tiñen los cuerpos y que les otorgan una tonalidad singular.
Visiones de panoramas que me retrotraen a la palabra.
Voy hilvanando vocablos que reposan para otearlos y adoptarlos.
Escribo porque me nace, porque quiero, porque lo ansío.
© Ana I. Hernández Guimerá
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