Si bien ya hemos mencionado algunos de los pseudónimos más conocidos de la historia de la literatura, las razones que se escondían tras estos nombres falsos eran sencillas: vergüenza, interés profesional, o la necesidad de cambiarse de sexo. Pero se dan algunos casos donde la propia identidad del escritor se desdobla con el pseudónimo, creando un tira y afloja muy particular entre escritor y alter ego. Esto es lo que ocurrió, por ejemplo, con Stephen King y Richard Bachman.
Cuando King estaba ya en la cúspide del éxito, se preguntaba frecuentemente si éste se debía a una simple cuestión de suerte y excelente márketing, o al talento en sí. Además, le irritaba no poder publicar la cantidad de libros con la frecuencia que querría, ya que sus editores limitaban su producción a un libro por año para no saturar el mercado. Así que se inventó al escritor Richard Bachman (escogió el nombre Richard en honor al pseudónimo del escritor Donald E. Westlake, Richard Stark; y el apellido Bachman por el grupo de rock Bachman-Turner Overdrive), y publicó con éste una serie de libros usando escasos medios publicitarios, para ver cómo funcionaría. Lamentablemente para King, el secreto no duró mucho, ya que los libros estaban llenos de referencias a su obra en general, y el estilo era muy similar al que empleaba con su nombre real, algo que los fans no tardaron en reconocer, a pesar del esfuerzo del escritor por crear una persona ficticia, con foto y dedicatorias falsas en los libros firmados por Bachman. Acabó dándose por vencido, ymató a Bachman, informando de su “fallecimiento por cáncer de pseudónimo” (aunque desde entonces se han “encontrado” varias obras póstumas del autor). King no fue el primer escritor famoso que decidió escribir bajo pseudónimo para probarse, en Francia algo similar fue llevado a cabo por Romain Gary, que publicó varios libros con el nombre de Émile Ajar, en un intento de descubrir si sus libros tendrían la misma aceptación sin la influencia de su propio prestigio. El resultado de su experimento (que a King realmente no le dio tiempo de comprobar, ya que se descubrió antes de tiempo su ardid) fue positivo, obteniendo unas cifras de ventas notables.
Más allá de lo conveniente de hacerse pasar por hombre o por mujer, cada vez es más común que los escritores reduzcan a iniciales su nombre para evadir los prejuicios asociados a cada sexo. En especial, las mujeres procuran esconder su nombre usando esta treta para publicar en géneros todavía asociados a escritores masculinos, como es elcaso de la ciencia ficción. Un buen ejemplo sería D. C. Fontana (Dorothy Catherine Fontana), guionista de la serie Star Trek, que también ha utilizado varios pseudónimos masculinos. La propia J. K. Rowling prefirió abreviar su nombre para no condicionar con éste a lectores habituales de fantasía, género donde el sexo femenino puede asociarse a un tipo de literatura más romántica, menos “épica” que la de sus equivalentes masculinos. Otro caso curioso, en lo que se refiere a la literatura fantástica y a la ficción especulativa, es el que lleva años dándose en nuestro país, por el que numerosos escritores españoles utilizan nombres extranjeros para publicar sus obras, debido a la desconfianza que todavía existe hacia la calidad de lo producido en España dentro de dicho género.
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