sábado, 6 de abril de 2013

MARINA



Siempre a la misma hora se la veía deambular por las calles más solitarias. El vecindario atisbaba por las rendijas percibiendo ese olor a maresía que era su huella.
Aroma de algas, salitre, arena, mar, espuma…
Sus pasos sosegados, seguros, no predecían la lucha interior que mantenía. En su lento monólogo las sílabas se derretían en su mirada, sus ojos oscurecían la noche y acallaban el grito de su garganta.
-      Marina, Marina ¿dónde vas?
La voz de su madre retumbaba en los adoquines de la calle.
-      Deja la mar, vuelve…
Marina seguía adelante sin querer oír.
Un día, el vecindario que atisbaba por las rendijas, puntual, a su hora, no la vio; aunque quedó en el aire su fragancia…
Algas, salitre, arena, mar, espuma…
Maresía.

© Ana I. Hernández Guimerá

4 comentarios:

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  2. Nadie como tú para darle vida al mar y hacer de la mar vida.

    Bellísimo.

    Besos

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  3. Y nadie como tú para empujar a escribir sin parar.
    Me encantan tus palabras y tu ánimo.
    Lindos besos

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  4. Tremendo relato!..la atracción y la fuerza del mar...
    Pues ahora que conozco este blog también, te lo enlazo.

    Un beso grande, Ana! :)

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