viernes, 9 de septiembre de 2011

LA MARQUESITA FIFÍ


Paseando por el barrio del Honor Acumulado, pasaban los caros automóviles cargados de caballos y de damas de la alta sociedad, en un maremágnum de brillantes escotes, y zapatos de último diseño.

Fifita, la finísima hija del Conde de los Alcornocales (Excelentísimo señor Don Anselmo de los Alcornocales, y Gómez de la Extremadura), dialogaba con su voz atiplada, con su amiga intimísima Cuca.

Era una conversación de vital importancia para la vida del planeta. Ella no podía ir al baile de sociedad, con el mismo peinado que le terminaban de hacer. ¿Hay derecho?...decía mientras una lagrima asomaba a su rímel de 60 dólares.

Su multiválvulas de tracción integral traído de Alemania solo para ella, paró en el semáforo de la esquina Gran Marques de la Quisquilla, con la gran Avenida Conde del Pimiento Morrón.

En la acera, un músico hacia sonar su guitarra sacando notas que parecía que solo el escuchaba. El sombrero recaudatorio, permanecía impoluto.

Su perro, un paria de la raza canina, se dirigió a la rueda delantera del Sedan carísimo, y levantando esa pata, dejo su impronta en la estructura de tan distinguida rueda.

El semáforo se puso verde...
El músico siguió con su lucha en contra de la guitarra.
Nadie se enteró de que aquel chucho, había humillado a tan rancia y elevada sociedad.

© Emilio Medina Muñoz
9 Septiembre 2011






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